domingo, 26 de febrero de 2012

Zama (Antonio Di Benedetto)


Hoy presentamos la bella novela "Zama" del argentino Antonio Di Benedetto, publicada en 1956.

Resumen: "Con una escritura bella y precisa, Antonio Di Benedetto narra la existencia solitaria y suspendida de Don Diego de Zama, un funcionario de la corona española en Asunción del Paraguay que, víctima de una interminable espera, aguarda ser trasladado a Buenos Aires a fines del siglo XVIII. La de Zama no es cualquier espera, se trata de una condición existencial, angustiosa y reflexiva, en un territorio caracterizado por la lejanía, la ajenidad y la disposición para el recuerdo. Zama es la novela de un exiliado castizo, con un lenguaje intemporal y arcaico, por momentos cercano al del Siglo de Oro"

Frases rescatadas:

"Nada tenía ya por delante, sino una extensión lisa donde estaban abolidas las necesidades. Sólo debía avanzar y avanzar. Pero tenía miedo del final, porque, presumiblemente, no había final".

"Como el teniente de gobernador juzgó que el bienestar de quienes administraban la cosa pública debe ser atendido antes que la cosa pública en sí, ordenó los pagos apenas entrado el dinero".

"La disposición de escribir no es una semilla que germina en tiempo fijo. Es un animalito que está en su cueva y procrea cuando se le ocurre porque su época es variable, pues unas veces es perro, otras hurón unas veces es pantera y otras conejo. Puede hacerlo con hambre, o sin hambre, en ocasiones sólo si esta muy reposado, en otras si le duele una herida del cazador o si regresa excitado de una jornada de fechorías".

"Era la hora secreta del cielo: cuando más refulge porque los seres humanos duermen y ninguno lo mira... El pasado era un cuaernillo de notas que se me extravió".

“… si se aferra únicamente a la que ya no es (mujer), ama una fantasía peligrosa. De ella vendrían un día, para él, la destemplanza, la desazón, tal vez, el horror.”


“Todos, casi todos, somos pequeños hechos”.

“Me besó como para hacerme llagas. Me besó infinitamente.
Tomaba, con aquellos besos, mis fuerzas.
Era de una sensualidad dominadora y, sin embargo, capaz de cavar y dejarme vacío hasta hacer que ya no la deseara.
Sólo mis labios tomaba y a través del beso, como en una absorción, parecía llevarme allá, adonde no sé, ni nada hay, nada es. Todo se negaba.
Mis fuerzas se agotaban antes de donde es posible la voluntad. Terminaban… terminaban… Sin sobresaltos, ya sin sobresaltos, quedamente, terminaban.
Y todo era… un acogedor y dilatado silencio”.



Críticas:
Acá. Acá. y Acá. (Las tres con apreciaciones muy diversas sobre la obra)
L.É.A.L.A.

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